The village and my life

This is one of the last things my father wrote.  I wish he could have finished...


Era de mañana y la única hora que podíamos mencionar seria el hecho de que el sol había salido hacia ratos o hacia poquito, al menos que recuerdo nadie en el caserío tenia algún reloj y creo que nadie sabia que era eso. Nosotros éramos siete, mi hermana Doris había nacido hacia unos meses, no lo recuerdo muy bien, creo que fue al final del año anterior,  todos se había ya levantado y quizás yo era el único que se había quedado dormido, todos estaban alarmados un gran árbol de conacaste que estaba cerca de casa, había sido arrancado durante el huracán y había caído en el patio frente a nuestra casa. Decían que el huracán de  esa noche era el mas horrible que habían sentido en sus vidas y que había llovido toda la noche. Yo solo recuerdo el gran ruido y que se oía que tiraban las tejas del techo de la casa, también recuerdo el miedo que causaba los grandes rayazos, las goteras caían por todos lados y en la hamaca que me tocaba dormir con mi otro hermano Carlos se nos mojaron nuestras cobijas y por ello no podíamos dormir sino cuando ya amanecía.

Al rato, cuando nos habíamos levantado, todo el vecindario se acerca para conversar sobre esa tormenta y los estragos que había causado. Todas las casas que tenia techo de tejas habían sufrido danos, en algunos casos las familias quedaron a la intemperie  y se fueron a refugiarse a los corredores de otras casas, pero les había azotado el agua y estaban empapados, comentaban como el viento les impedía caminar y de cómo vieron que arrancaban los árboles que tenían en sus patios. Los que tenia techos de sacate o paja como algunos les decían, no sufrieron tantos danos, es cierto que se veían revolcados los techos y que algunas paredes  de bajareque se había caído pero los techos de sacate ahí estaban. La sorpresa mas grande era ese palo de conacaste que había sido llevada por el aire y tirado frente a nuestra casa. El palo era enorme y había sido arrancado de raíz. Al ratito llego mi tío Basilio Leiva que decía que el riyito que pasada al otro lado de su casa había crecido tanto que se había llevado toda la milpa que ahí tenia y que el agua había entrado a su casa, el riyito que decía estaba bastante lejos de esa casa pero al desbordarse agarro para el caserío. Y las casa que le quedaban en ese cause era la casa de mi tio Basilio , la de Marcelo y la de Eulalio, quien era hijo del tio Basilio. Creo que la casa que sufrió más por esa correntada de agua fue la de Eulalio, esta fue construida en la parte baja donde estaban las otras casas del caserío y por lo tanto el efecto la corriente de ese riyíto y la corriente que venia del resto de las casas del caserío dañaron los corredores de esa casa. Eulalio había colocado piedras y un pequeño cerco para que sirviera para retener el agua y se desviara hacia el patio de atrás de la casa, pero esa noche del huracán el agua no respeto ese cerco y se formo una gran zanja entre la casa de la cocina y la casa del dormitorio.

Los inviernos siempre son copiosos, llueve una hora intensamente y luego para, horas mas tarde llueve otra vez, excepto cuando había temporal, entonces llovía tres, cuatro y a veces mas días, los ríos crecían y ciertas áreas se volvían intransitables, por que formaban pantanos. Era frecuente que los rayos o sean las descargas eléctricas cayeran cerca de nuestro vecindario y por lo general botaban árboles. A uno le enseñaban de cuando había esas tormentas con rayos que se tapara el pelo y que no se refugiara bajo de los árboles. Por que estos atraían los rayos . Durante el invierno aparecían muchos manantiales o nacimientos,  las mujeres salían a lavar la ropa a esos riyitos que se formaban, lo mismo hacían para traer el agua que necesitaban para lavar en la cocina, especialmente el nistamal (mais cocinado con bastante cal)

 Como nuestra casa estaba a la salida del caserío, en el camino que iba al Corozal y ese árbol de conacaste  había tapado el camino, mi tío Basilio fue el primero que uso su machete para comenzar a cortar las ramas y poder abrir camino hacia la salida, varias horas se llevaron todos los del caserío o el cantón, Los Monges como le llamábamos, para cortar todas las ramas de ese árbol. Toda la vida del caserío se había trastornado en ese día.
Normalmente durante los días de semana, todos nos levantábamos temprano antes de que saliera el sol. Las mujeres a preparar la comida para que la llevaran al trabajo su marido sus hijos o hermanos. La piedra de moler y la cocina o las hornillas, siempre estaba afuera de la casa, en el corredor, y desde tempranas horas estaban cocinando. Las casas generalmente tenían un solo cuarto y ahí estaban las camas, el altar y un cofre donde guardaban sus cositas y reliquias de la familia. Ese día no se veían cocinar casi a nadie, todos y todas estaban afanados sacando las cosas para que se secaran, especialmente los granos,  temían que dejarlos mojados por que se Iván a nacerse. Era extraño, ver aquella resignación y conformismo con la naturaleza, les preocupaba pero nadie mostraba molestia o cólera, parecía que lo único que habría que hacer era secar las cosas para que no se arruinara y que lo más pronto se pudiera arreglar los techos por si seguía lloviendo.  Generalmente las mujeres eran la encargadas de los oficios de la casa, cocinar lavar la ropa, limpiar y de ir a traer el agua para la cocina y para beber, Desde temprano de las mañanas podías ver que las jóvenes de la casa salían con su cántaro para ir a traer el agua al pozo y las mayores se dedicaban a la cocina,  las mujeres se afanaban en moler rapido y que la masa saliera finita y que las tortillas fueran redonditas y que se soplaran.   Los que se iban al trabajo tenían que afilar las cumas, machetes y el corvo, arreglar el arado o buscar los bueyes. En el caserío solo mi tío Carmen y nosotros teníamos vacas que ordenar, pero la tarea de ir a buscar las vacas era para los más pequeños y eso de ir al monte después de que había llovido era terrible. El lodo se metía entre los dedos de los pies y se sentía helado, y luego el sacate  te mojaba todo,  a veces las vacas no se encontraban y tenia que buscarlas por horas en el monte. La ordenada eso era trabajo de mi papa y mi mama. Nuestro desayuno era por lo general unas dos tortillas bien calientes, recién salidas del comal y la deshacíamos en la leche de vaca recién ordenada. Los vecinos compraban la leche, generalmente era un cuartillo (tres centavos de colon) la media botella o a cinco o medio real la (un real igual a doce centavos) botella, cuando estaba mas cara. El almuerzo que los trabajadores llevaban eran a veces algún huevo duro, un aguacate o unas pupusas de frijoles o solo frijoles con tortillas. Eso si con bastantes tortillas, por que no había el con que, como ellos le decían a lo que acompañan la comida de las tortillas, esas se podían comer solas ya sea acompañadas de sal o de un pedazo del atado de dulce. Parecía una competencia entre todos los hombres, a quien salía más temprano y eso, requería que las mujeres se apuraran haciendo la comida. Cada quien llevaba su tecomate con el agua y el bastimento (la comida) y sus machetes bien afilados. Los que llevaban la yunta de bueyes con el arado se les oía desde temprano proferir las palabras fuertes a los bueyes para que se movieran mas rápido. En ese tiempo casi nadie usaba Zapatos y si los tenían era solo para usarlos los domingos cuando ivan al pueblo, todos usaban caites ya sea de cuero o de partes del hule de las llantas. Lo indispensable era el machete o la Cuma, el tecomate con agua, el sombrero, las mujeres se encargaban de que fueran comidos y que llevaran su bastimento, generalmente regresaban cuando ya se estaba poniendo el sol. Cuando regresaban por lo general traían el manojo de zacate o tercio de leña.  Después que se iban los hombres solo quedaban las mujeres y los bichos o cipotes, como les decían a las niñas y niños menores de doce anos. Durante el tiempo de la escuela teníamos que ponernos la ropa, por lo general los bichos siempre andaban desnudos y solo los que ya estaban grandes usaban los calzoncillos o calzones como le decían a la ropa interior. Después de que los escueleros se iban solo quedaban las mujeres, los perros, los tuncos y las gallinas. Las mujeres se dedicaban entonces a lavar la ropa, hacer el almuerzo por que había que llevarlo a donde estaba trabajando el marido y los otros de familia que estaban en la milpa, el arrozal o  en el yucal.
Bueno ese día todos se quedaron en el caserío, tenían que hacerla reparaciones de los tejados. Mi tío Antonio Figueroa, quien tenía bastantes tejas vendió alguna y les presto a otros para hacer esas reparaciones. En ese caserío, a todas las personas mayores le decíamos tíos o tías y en realidad que todos tenían parentesco, por eso le decían los monges, ya que de una u otra forma todos se habían casado con alguna parienta de los monges, y se habían quedado a vivir en ese caserío. Este era el apellido de mis abuelos y dicen que ellos habían venido del otro lado del rio Lempa. Nadie me ha contado como esas familias se vinieron para este lado del rio y como es que se habían casado con mujeres y hombre que venían del volcán de guazapa. Mi abuela de la cual nadie me ha dicho como se llamaba, era de apellido Leiva, de los Leivas del Palo Grande. Por el lado de mi mama, de apellido menjivar venían de Chalatenango, de cerca de la frontera. Mi mama tenia una gran cantidad de hermanos porque su padre don Prageres, se acompaño dos veces y se caso luego, tuvo siete hijos con la primera y seis con la segunda. Nunca pude conocer a todos pero Vivian el corozal, el cual era el Cantón a que pertenecíamos.
 
 Ese día el sol estaba radiante, después de esas grandes tormentas por las mañana el cielo quedaba limpio y nada opacaba al sol durante la mañana. Algunos se quedaron bastante tiempo limpiando las ramas del conacaste caído, hicieron tamaños pantes de leña. Mi mama saco un gran tarro de mangos, de los que habían estado madurando para llevarlos a vender al pueblo, también saco bastantes guineos majonchos, bien maduritos. Todos pararon el trabajo y con el corvo o el machete con que estaban cortando el árbol de conacaste, hacían tajadas de los mangos y se podía ver como todos lo saboreaban. Después de trabajar un rato mas se fueron para sus casa o fueron a ayudar a otras familias. Solo Arcadio, quien veía a mi papa como su pariente, ya que nadie sabía nada de su familia, se había quedado par terminar la limpieza. Mi Papa le dijo que parara el trabajo para que se echara unas tortillas.  Lo que mas comíamos en esos días era queso y frijoles. A mi papa y Arcadio le sirvieron unas cuatro tortillas a cada uno un pedazo de queso, frijoles y un poco de mantequilla, la nata de la leche. Lo que respecta a nosotros, los ocho hermanos se daba bastantes tortillas y poca comida y siempre mi mama nos repetía de que engañáramos, esto es mas tortilla y menos con que. El problema de mi mama era que los grandes eran barones y esos no se metían en la cocina. El trabajo de la cocina solo era para las mujeres.
Arcadio y mi Papa terminaron de comer y se fueron para ayudar a mi tío Antonio Galdamez, no sin antes recordarles a mis hermanos que terminaran de arreglar el techo de nuestra casa. Todas las casa en ese caserío estaban juntas, solo los patios de por medio. Frente a nuestra  casa estaba la de mi tío Antonio Figueroa,  a lado y también en el camino de salida para el corozal estaba la casa de Jacinto Figueroa, quien era hijo de mi tío Antonio y de mi tía Vicenta. La casa de mi tía Vicenta no había sufrido mucho, solo en la casa de cocina se había caído varias tejas y el agua  había mojado el maíz que tenían en el tabanco. Por el otro extremo estaba la casa de mi tío Carmen Monge, esta era la casa mas grande del caserío, el tenia mas vacas y terrenos.  La otra casa era la de la señora Flor, esta señora era la mas pobre de todas las familias, tenia cinco hijos dos bastantes enfermos, y otro, Antonio, cachetes como e decíamos hacia de todo para llevar comida a la casa. Esta señora si estaba descontrolada se le oía llorar por que se le había caído el techo del corredor y le había arruinado las hornillas donde cocía las semillas de aceitunas y  hacia jabón que vendía  los domingos. Frente a la casa de la señora Flor estaba un viejo palo de amate, que tenia grandes raíces de fuera donde se acostumbraba reunirse los transeúntes cuando pasaban por el caserío. Ese día el amate había amanecido verde en su totalidad, todo el tronco y las ramas estaban llenos de gusanos de color verde peludos y bastante grandes, por lo tanto ese día nadie estaba debajo de ese amate.esto se veía generalmente una vez por ano.  A  unos cuantos metros estaba la casa de mi tía Tona, esta era una señora viuda, y vivía en un rancho grande, hecho de sacate y bahareque, y con  corredores. Mi tía Tona todavía usaba unos grandes gabanes de vestidos y con blusa de manta pero bien coloreada. Era el estilo antiguo, pues ella ya tenia como unos ochenta anos, era la segunda más vieja del caserío. La persona mayor del caserío era mi tía Carmen y luego la tercera más vieja era mi tía Vicenta.  Mi tía Tona al saber de los llantos de la señora Flor llego de inmediato a hablar con ella. Fue mi tía Tona quien les dijo a mi tío Carmen y a mi Papa que pobrecita Flor no sabía por que lloraba, pues decía que lo de las hornilla no era problema que las harían de nuevo. También comento mi tía Tona que el huracán se había sentido fuerte y que también ella había pasado rezando casi toda la noche pero que gracias a dios que solo se habían mojado algunas cositas cuando el agua se había metido por los hoyos de las paredes. Frente al rancho de mi tía Tona estaba el ranchito de don Rafael, el estaba casado con la  Tina, hija de mi tía Tona y esta les había dado un lugar pequeño para que hicieron su rancho. Al rancho de señor Rafael se le había  inundado pues la corriente de agua se había metido dentro de la casa y le había mojado varios matates de maíz. Don Rafael estaba ocupado secando ese maíz para salvarlo. En ese tiempo el maíz, el maicillo y los frijoles era lo más importante, esa era la dieta. Los huevos eran algo exquisito. Esto dependía de las gallina s que habías creado. Mi tía Carmen era famosa por que a ella no le gustaba que otro cocinara para ella. Tenia como noventa anos decían pero siempre estaba activa y hacia esos huevos fritos con manteca de cerdo y con cebolla, pero dejaba freír las cebollas cuyo olor se expandía por todo el caserío. Nosotros los pequeños, que siempre sufríamos de hambre cuando sentíamos ese olor se nos hacia agua la saliva. Bueno en esa dirección de la casa de mi tía Tona la última casa era la de mi tía Choma, esta era hermana de mi Papa, su casa era un rancho pero tenía corredor, todo era de sacate pero el corredor era de teja. En el Corredor tenia el horno que lo ocupaba mucho ella hacia quesadillas y pan dulce para la venta. Un palo de carao que tenia cerca en el patio se había caído y le había dañado una parte de la pared, pero en general no había sufrido mucho daño. En el centro del caserío había una parte plana que era arenoso, nadie reclamaba propiedad sobre ese arenero estaba cerca de todas las casa. Nosotros lo conocíamos como el polvon, a un lado estaba la casa de Antonio Galdamez enfrente la del hermano Indalecio Galdamez, más hacia sur estaba la casa de Marcelo Muñoz y pegado estaba la de mi tío Basilio Leiva. En ese Polvon, como le decíamos, todas las noches que no llovía o cuando era verano todos los hombres, jóvenes y los cipotes se reunían a platicar sobre las jornadas de trabajo en la milpa o en el arrozal. Algunos traían algo para poner en el suelo y acostarse, fumaban su cigarros o puros y contaban lo que habían sabido o vieron en el pueblo el ultimo domingo. Los mas jóvenes hacian circulos y contaban cuentos de miedo especialmente de la ciguanaba, del cipitio o del cadejo o de cómo algunos que les decían brujos se convertían en coyotes para irse a robar las gallinas. Tiempo después paso por ese lugar un joven que decía era de la cuidad y sabia muchos cuentos de princesas, reyes y magos. Se paso como dos semanas y todas las noches nos estuvo contando cuentos, creo que todos estábamos en ese polvon después de la cena par oírlo, daba gusto por que  sabia contarlos y siempre dejaba alguna ventura para el siguiente día.

  Al final, hacia el costado surponiente estaba la casa de Eulalio Leiva, esta era en dos partes una frente a la otra. En una estaban las camas el altar y tenia ventana, eran pocas las casas que tenian ventanas, solo las de adove. En esa casa tenia corredor y ahí Eulalio hacia su trabajo de carpintería. En la otra casita que estaba enfrente estaba la cocina con su tabanco, fuera tenia un corredorcito donde Teresa, su esposa tenia la piedra de moler , la cocina o sea la ornilla como ellos le decían. La cual era de tierra y encima se colocaba el comal era de barro, ahí se cocinaban las tortillas. Las ornillas como le decían donde cocinaban era una para el comal y la otra para colocar los sartenes y cocinar frijole y hacer las sopas.  Entre las casas le había quedado una gran sanja pues la correntada de todo el caserío había pasado por ahí, entre medio de las dos casas. Eulalio y la Teresa estaban ocupados haciendo un pequeño cerco de piedra para que si seguía lloviendo se desviara el el agua hacia la parte de atrás que era una arada. Bueno en esa época esas eran todas las casas que habían en el caserío. Pero todos las familias tenían mas de cinco hijos asi que abundaban los cipotes.


El árbol de conacaste había sido removido del camino, se habían hecho varios pantes de lena y se dejaron las partes gruesas por que las ivan a aserrar, para hacer tablones y tabloncillos, el conacaste lo usaban mucho en las construcciones de las casas. Mis hermanos habían arreglado casi todo el techo cuando se vio venir una gran nubarrón y entonces todos tuvimos que trabajar para tapar os hoyos en el techo y evitar que se volviera a meter el agua. Mi mama se había atrasado haciendo el almuerzo ya que era necesario moler el mais para unos doce personas y eso requería moler unas dos tarradas de mais. Le costo encender el fuego con la leña que se había mojado y después de que habíamos tapado los hoyos con sacate y tablas que tenían algunos ayudaron encendiendo el fuego. Tomaban el sombrero y soplaban el fuego hasta aparecía la llama, así pudimos comer como una hora mas tarde por que también se requería cocinar los frijoles. Se me olvidaba decir que ese día no había leche por que nadie fue a buscar las vacas y la cuajada que tenían en la alacena se había mojado y estaba arruinada, igual que la mantequilla. Casi todos las cositas que tenia de comida, como el azúcar, la sal, la cal y otras cosa se habían arruinado, el maíz del tabanco se mojo y mi papa nos dijo que lo bajáramos hasta el siguiente día por era mas que posible que seguiría lloviendo.
Al siguiente día las cosa parecían que volvían a la normalidad, mi padre que se dedicaban durante el invierno a cultivar algunas manzanas de maíz y arroz , generalmente para el consumo de la casa, también dedicaba su tiempo a la compra y venta de ganado. Temprano salió de la casa y les dijo a mis hermanos que fueran a ver la milpa. Los otros del vecindario hicieron lo mismo temprano salieron para ver sus cultivos. Por la tarde cuando regresaron todos parecían tristes, el huracán había dañado severamente los cultivos  y sabían que seria un año difícil. Los que cultivaban a medias, esto que el dueño de la tierra recibía la mitad de lo cultivado, sabían que no les quedaría mucho y que por lo tanto tendría que ir trabajar lejos para poder traer algunos centavos, los que habían recibido bueyes o tierra para cultivarlo y tenia que pagar un terraje, generalmente en ese cantón eran cuatro fanegas por año sabían que no podría pagar ese terraje y que por lo tanto el próximo año tendría que pagar esa deuda y los terrajes de ese año. Un huracán tenia consecuencias graves no solo por un año sino por dos o mas años. La mayoría de ese cantón no eran propietarios y tenían que trabajar la tierra que les asignaba el señor terrateniente del lugar. Ademas de pagar las media o terraje también era obligación de trabajar para ese terrateniente por una dos semanas para cultivar la tierra que ese usaba para sus cultivos. Generalmente les pagaba por los día trabajados a razón de cincuenta centavos por día. Estos no eran mas que medianos terratenientes y cuando alguien trabaja para ellos le daban un tiempo de comida. Tortillas y frijoles. Durante los días de la semana los hombres no se bañaban, por que trabajaban todo el día bajo el sol y la creencia era de que otros que lo habían hecho habían muerto de tuberculosis. Solo el dia sábado o el domingo se bañaban, por que el domingo era de ponerse ropa limpia y la mejor que tenían y por lo tanto había que bañarse, ademas si iban al pueblo siempre se bañaban el día sábado ya que en el pueblo tenían que ir a misa y a esa actividad había que ir con la mejor ropa. Las mujeres no tenia esa situación, ella iban al río para lavar la ropa y eso le permitía darse un baño mas de una vez por semana,

El día domingo por lo general los hombres salían temprano de la mañana para el pueblo, Suchitoto, esto estaba como unos catorce kilómetros de nuestro caserío. Varios lo hacían en caballos solo lo mas pobres lo hacían a pie. Mi tio Raymundo no tenia caballo y era el primero en salir por la mañana. El vivía en la casa pegada a la nuestra y recién se había quedado viudo y con cinco hijos dos hembras y tres varones, su esposa murio de parto su niño mauricio sobrevivió. Mi tío siempre buscaba los caminos que acortaban su viaje al pueblo y sobre sus hombros llevaban su alforja. En esa alforja trai la sal, azúcar, las especies como el culantro, la pimienta gorda, el ajo y las cebollas. A veces traían chacalines u otra comida. Cerca de la puesta del sol tanto los de a caballo como los que venían a pie iban llegando al caserío. Algunas veces venían borrachos y diciendo cosa para manifestar que eran machos. Mi papa era el unico que venia tarde, nunca viajaba con los otros del caserío. A veces llegaba en la madrugada. Mi Mama decia que estaba tomando y que tenia otra mujer en el pueblo. Bueno ya como a la media noche se oia ladrar los perros de otros caseríos. Era tan silencio en esa zona que si un perro ladraba como a dos leguas se podía oír. Mi Mama esperaba y rezaba hasta que el llegaba y si recuerdo que algunas veces llegaba tomado. El caballo  se paraba frente a  nuestra casa y con grandes dificultades mi Papa o mi mama le quitaba la albarda o la montura. Muy en silencio uno de mis hermanos se levantaba y le abría la puerta del potrero al caballo para que fuera. Creo que todos le teníamos miedo, generalmente hablaba bastante pesado y solo nos dirigía la palabra cuando nos ordenaba algo o nos iba a regañar, siempre lo hacia con una voz fuerte. Mi Mama le reclama y le hablaba de cómo estaba cometiendo pecados que lo llevaría al infierno si no se arrepentía, al principio algo le respondía pero luego solo se oía a mi Mama y a el se oía roncar, era cuando uno de mis hermanos le aconsejaba a mi Mama que se durmiera. Creo que todos sentíamos simpatía por mi Mama, pero nadie de nosotros podíamos decirle algo a mi Papa sobre eso.
Ese día domingo después de esa huracán todos venían cargado de la mas esenciales cosas que necesitarían para la semana , esto es la cebolla, la sal, frijoles, la cal y el dulce o la azúcar. Después de la cena casi todos nos reunimos en casa de mi tio Reymundo  para rezar el rosario de los nueve días del primer aniversario de la muerte de su esposa. Habían varias mujeres que se sabían el rosario para los muertos de memoria  y también había una jóvenes que le gustaba cantar los alabados mas tristes que que oído , le ponían una entonación a cada palabra que vibraban con un pesar que no obstante que ya había pasado un ano de la muerte de mi tia Teofila , tanto su esposo y sus hijas lloraban y luego en la medida que avanzaban los cantos otros se incorporaban al llanto.  Todo el rezo duro un largo tiempo, las letanías  parecían nunca terminar. Después de cada oración todos repondrían “ ruega por ella.” Mientras se daba el rosario, comenzó a llover, caía una tormenta fuerte pero sin vientos y al terminar todos se esperaron un rato, las mujeres platicaban entre ella y los hombre entre ellos , no permitían que los niños estuvieran en esa conversación
Todas la mujeres hablaban de cómo se encontraba la salud de cada una de ellas, muchas se quejaban de dolencias o dolamos como ellas lo llamaban. Sabían de todas las mujeres y de su salud en todo el caserío y en otros caseríos cercano. Elena la hija mayor de mi tío Reymundo les decía a todos las mujeres que las verían para el ultimo rezo  Para el noveno rezo todas las mujeres se unían y cocinaban tamales y hacían quesadillas para dar de comer a los que llagarían al rezo. Este  rosario duraba casi toda la noche y venían amigos de la familia de todas partes y cada grupo que llegaba de otros caseríos rezaba su rosario y se unían  después a la conversación con las mujeres del caserío de los Monges. Los tamales eran de cerdo o cuche como también le decían y de gallina. Hacían cientos por que llegaban muchas personas a esos rezos. Era trabajo de todo el día. Cocinaban los tamales en grades hoyas y train bastante leña para hacer el fuego para unos diez hoyas, cada hoya tenia como unos setenta tamales, se cocinaban por horas. Ya cuando era bastante noche, mi tío Basilio se encargaba de llamar a los primeros a comer. Generalmente mi tío conocía a todos los que llegaban, por lo general se iniciaba en llamar a los visitantes de otros caseríos. Luego se llamaba a las personas mas importantes de los caseríos cercano y de nuestro caserío. Los vecino prestaban alguna tablas y con ello improvisaban mesas y allí servían los tamales para unos treinta en cada tanda. Los hombres y las mujeres comían en mesas separadas. Para ser llamado a comer a esas mesas  había que tener mas de doce anos. Los jóvenes o sea los menores de doce anos les daban en las manos uno o dos tamales muy calientes.  Los tamales se comían usando los dedos, el problema era que estaban calientes y eran mantecosos y se cocinaban con manteca de cerdo y se se pega el los dedos y uno tenia que estarse chupando los dedos para continuar comiendo esos dos tamales que le habían puesto ya pelados en la mesa. Todos se mantenían parados. Cuando comían solo se oía de cómo cada quien se chupaba los dedos y como soplaban para bajar un poco lo caliente. En pocos minutos habían terminado y se retiraban de la mesa. Las mujeres volvían a servirle los tamales al próximo grupo y así hasta que llamaban a todos  Era excepcional que alguien se fuera del rezo sin haber comido. Los que éramos muy pequeños para ser llamados a la mesa o para que nos dieran tamales en la mano. Era las mamas la sacaban algún tamal y nos lo daban colocandonos en algún rincón de la casa. Teníamos que pedir para que nos dieran algún pedacito de quesadilla o de marquezote. Luego de que comíamos jugábamos algún rato y luego nos mandaban a dormir.

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